Venía de puntillas y en silencio, porque sabía que aún no estaría dormido.
Entonces se acercaba a mí y me susurraba al oído un "¡muérdeme!", para colarse entre mis sábanas.
Y yo, que por ese entonces le subía la falda hasta a las montañas, le mordía el corazón, sin saber que era manufacturado.
Así, una noche de tantas, se rompió en mi cama, se deshizo en notas musicales y sonó a tristeza.
Al final acabas llena de grietas y cicatrices de tanto coserte y descoserte.
ResponderEliminarNo sabía que tenías blog. Me pasaré a leer los textos :)
ResponderEliminarPD: soy Judy
Y se contagió de ella.
ResponderEliminarUn miau, muñeca.