Dicen que cuando te haces mayor olvidas.
Pero si quieres seguir columpiándote en la luna, puedes. De hecho, puedes acomodarte en mi regazo, soñar y vivir otra vez. Y cuando despiertes, ay, puedes secarte las lágrimas con mi jersey, claro.
Puedes quedarte a vivir en el último suspiro, en el último bostezo, en la última bocanada de aire que inspiraste para soplar las velas en tu doceavo cumpleaños. Puedes rodar por la hierba, oler a azúcar y miel.
¿Sabes? Puedes calzar un veintiocho y medir tu sonrisa con un metro de carpintero, puedes quedarte a vivir dentro de mí.