domingo, 22 de febrero de 2009

Infancia prolongada.


Dicen que cuando te haces mayor olvidas.

Pero si quieres seguir columpiándote en la luna, puedes. De hecho, puedes acomodarte en mi regazo, soñar y vivir otra vez. Y cuando despiertes, ay, puedes secarte las lágrimas con mi jersey, claro.

Puedes quedarte a vivir en el último suspiro, en el último bostezo, en la última bocanada de aire que inspiraste para soplar las velas en tu doceavo cumpleaños. Puedes rodar por la hierba, oler a azúcar y miel.


¿Sabes? Puedes calzar un veintiocho y medir tu sonrisa con un metro de carpintero, puedes quedarte a vivir dentro de mí.

jueves, 19 de febrero de 2009

"A lo mejor quieres venir conmigo".


¿Pero que historia trágica me estás contando? Déjate de príncipes sentimentales y damas de alta cuna, que mira, si te quieres tirar de una torre enganchado de unas sábanas..te tiras, que a mi me parece fantástico y genial. Montas el espectáculo y por lo menos comemos este mes. No, tus besos no alimentaban. No, no quiero que me beses más, ni ahora ni mañana, ni pasado. Ni nunca.

¿Te he dicho ya que me olvides? Ay, no, siempre se me olvida esa parte. Tal vez porque se me olvida olvidarte, y olvidando todo, me aferro a un recuerdo que sólo deletrea tu nombre.



Ah, mejor si dejas de hacer malabares con mis sentimientos, gracias.

martes, 10 de febrero de 2009

Pérdidas y perdida.


Constatando pérdidas, una detrás de otra, como si desfilaran en fila india.
¿Has masticado alguna vez una piedra? ¿Te has secado las lágrimas con papel de lija?
La sensación propia del último latido del corazón, que intenta alcanzar a sus compañeros de faena, pero, indudablemente, eso que oye, ya no son latidos, es el insensible eco de lo que alguna vez estuvo vivo. Se choca de frente con nadie y se hace mucho daño.
La última sonrisa, dibujándose en su cara y deformándose en una mueca que ya no olvido, ya no olvido nada. Esto se me ocurrió demasiado tarde, cuando me dí cuenta de que olvidar es quedarse en blanco, y así morir poquito a poco, casi como un molinillo de viento al que soplé ayer pidiendo deseos (Esos amarillos y blancos, que nunca se cumplirán)

He perdido mucho y muy a menudo. No sé sobrellevar estas cosas, ya sabes, no son temas que puedas discutir con hacienda ni con la oficina de objetos perdidos. Y hoy he empezado a perder la cabeza también.