lunes, 8 de marzo de 2010

Ni por asomo.


Me derretía contigo cada amanecer, me deshacía en caricias, susurros, besos en tu espalda. Jugaba con tus manos, tu pelo, tu mirada. Te he querido y tú, sin embargo, nunca me has necesitado. Por eso, cuando nos cruzamos me sorprendí al darme cuenta de que ya no sentía nada.
Quizás ya no llevaras el vestido negro, quizás ya no me haces falta, quizás era más bonita tu sonrisa cuando era yo el que jugaba con tu falda.