lunes, 29 de diciembre de 2008

She has lunch at the library.


Se acercaba a la estantería y abría un libro. Se escuchaban, entonces y en medio del silencio, cuchicheos y pasitos de pies pequeños y descalzos. Era admirable ver cómo devoraba los libros, y ya dentro de su cabeza se convertían en una sustancia negra de alta composición en palabras y emociones, otro capítulo para su cerebro.

Había viajado hasta donde habitan los monstruos, se había echado de casa cuando cayó té sobre alguna historia, había robado muchos libros, cazado tormentas y conocido al Mago de Oz. Y, como Michael Longley, si supiese de dónde vienen los poemas, allí iría.

El resplandor de la luna penetró la vidriera de la ventana, reflejándose en sus ojos, y los llenó de colores. Seguía despierta y masticaba otro cuento.

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